Los canónigos en la cocina
La mejor manera de disfrutar de su sabor fresco, herbáceo, ligeramente ácido y con toques de nuez es, sin duda, comerlos crudos.
Si se tiene la suerte de recogerlos silvestres, para limpiarlos basta con eliminar las raicillas y lavar las rosetas rápidamente en un bol con agua muy fría, incluso helada, y unas gotas de vinagre, por seguridad.
En ensaladas con condimentos ácidos o templados deben añadirse en el último momento para que las hojas no se pongan lacias. Y lo mismo si se va a cocinar con ellos. Las cocciones deben ser mínimas; normalmente bastará un minuto para que se ablanden.
Incluso pueden ponerse crudos sobre el plato ya servido y aún caliente, como por ejemplo una pizza recién horneada.
En cuanto a sus compañeros de plato, se lleva bien con espárragos, remolacha cruda o cocida, calabaza asada o en puré, zanahoria, apionabo crudo rallado, hinojo, tomates, maíz, aguacates, pepinos, champiñones y sobre todo patatas, uno de sus acompañantes favoritos. Su textura acompaña bien a casi cualquier receta.
Peso | 1 kg |
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